Wednesday, March 1, 2017

La historia del Corvette tapiado por el que no pasó el tiempo

Como siempre decimos, detrás de cada coche hay una historia fascinante que contar. Y nos encanta contarlas. ¿Recordáis la historia del Corvette de 1967 que Don MacNamara ocultó durante 45 años? En este caso nos tenemos que situar en 1954, en Brunswick, Maine, bajo la bóveda de ladrillo de una tienda de alimentación. Richard Sampson era por entonces un exitoso hombre de negocios que poseía una cadena de tiendas de comestibles, aspiraba a gobernador y servía como senador en Maine.
Fue en 1954 cuando Sampson compró el Chevrolet Corvette nuevo y lo condujo hasta que en 1959, lo llevó al sitio donde estaban construyendo una nueva tienda. Allí dio la orden a uno de los obreros de “enterrarlo” bajo los arcos de una bóveda de ladrillo -se desconocen los motivos reales- hasta el año 2000, pero al morir este en 1969, el deseo cayó en el olvido.
La primera aparición del coche ante la opinión pública tuvo lugar cuando un periodista especializado en la automoción llamado Ken Gross escribió sobre ello en un revista, pensando que tendría que esperar 25 años para contar el resto de la historia. Pero en 1982 el edificio fue comprado por un vendedor de coches con la condición de que el coche tenía que ser sacado de su guarida antes de que expirara el fin del arrendamiento del edificio, cuatro años más tarde.
Cuando llegó el momento, el Corvette fue liberado por la hija de Sampson, Cynthia. Las condiciones ambientales en las que dormitó el coche hicieron que la pintura blanca adoptara un tono amarillento, pero los neumáticos se conservaron con aire y su cromado en perfecto estado, así como el interior y la parte exterior.
Cynthia llevó entonces el coche al lugar en el que pensó que estaría mejor cuidado: su casa en Daytona Beach. Allí permaneció en su habitación durante 10 años, tras lo cual fue expuesto en honor a sus dueños. Unos meses después encontró un nuevo hogar en una pequeña ciudad de Ohio después de que Cynthia se pusiera en contacto con Terry Michaelis, quien compró el vehículo respetando la voluntad de su dueña: no ser restaurado.
Se vendió por un precio muy superior al que habría alcanzado en 1953 (se dice que entre 175.000 y 225.000 dólares, no hemos podido confirmar este dato). Mucho.. o poco, ya que apenas tenía 3.770 kilómetros en su odómetro. Probablemente se trata del Corvette sin restaurar con menos kilómetros del mundo. Y parece ser que además, el más querido.

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