Wednesday, May 17, 2017

POR QUÉ SE UTILIZA EL LÍQUIDO REFRIGERANTE

liquido refrigerante
¿Sabes qué es y para qué sirve el líquido refrigerante de tu coche? Hoy vamos a profundizar en las principales características de este líquido que forma parte del sistema de refrigeración de tu vehículo, explicando detalles de interés como la función que realiza, cuándo es aconsejable sustituirlo o el motivo por el que jamás deberías olvidarte de comprobar su nivel de llenado.
Con el desarrollo tecnológico, los propulsores de los coches se han vuelto cada vez más y más eficientes. Una de las claves que ha permitido a los fabricantes lograr un ahorro real en el gasto de carburante está en la gestión de la temperatura del motor. Buscan que este alcance su temperatura óptima de funcionamiento lo antes posible y que además, varíe lo mínimo posible independientemente del lugar por el que circulemos. Para ello, tu coche dispone de complejos sistemas de refrigeración que mueven líquido refrigerante según convenga, de forma que como hemos dicho, la temperatura sea lo más constante posible.
Por lo tanto, a no ser que conduzcas un vehículo 100% eléctrico, con toda probabilidad tu coche contará con un circuito lleno de refrigerante (si bien, hay que aclarar que incluso los eléctricos puros lo utilizan, pero en este caso para asegurar la temperatura de funcionamiento de las baterías). Este líquido, gracias a la presión que proporciona la bomba de agua, se mueve a través de los diferentes conductos que recorren el bloque del motor absorbiendo en el proceso gran parte del calor que se desprende como consecuencia de las reacciones exotérmicas que se producen en el interior de los cilindros.
Continúa su camino hasta llegar al radiador, donde el líquido refrigerante se enfría gracias al paso del aire antes de volver de nuevo al comienzo de su viaje. Por lo tanto, realiza una función fundamental, ya que si él el motor de tu coche se recalentaría en cuestión de minutos, segundos incluso si hace mucho calor. En Euromaster recomendamos sustituirlo cada dos años (o 40.000 kilómetros); así evitarás que a causa de su mal estado el propulsor de tu coche se oxide, o lo que es peor, se corroa y resulte totalmente insalvable.

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